martes, 3 de abril de 2012

Saga Bob Dylan: III. Blonde on Blonde, el disco medianera (parte II)

“Es mi sonido particular el de ese disco. Todas las canciones tienen una fina pátina de mercurio. Oro metálico y brillante, y platino”.

Bob Dylan, sobre “Blonde on Blonde”

II.

Hace alrededor de cuatro años, al leer la biografía Marc Chagall, la pintura como poesía, comencé a creer que la vida del pintor bielorruso y la de Bob Dylan tenían numerosos puntos de conexión. Ahora recuerdo algunos: sus crianzas bajo la religión del judaísmo, las conductas introvertidas, hoscas, y sus imágenes –para los demás- de forasteros perdidos en la gran ciudad. Empiezo a creer que la comparación no es antojadiza ni tirada de los pelos cuando encuentro que Chagall y Dylan recuerdan de su infancia lo mismo: las manos de sus padres luego de una jornada laboral extenuante, y la pobreza en la que fueron creciendo.

La biografía sobre Chagall comienza así: “Poeta, soñador, personaje exótico: Marc Chagall fue durante toda su larga vida un individualista y un artista solitario. Como judío desdeñó soberanamente la vieja prohibición iconográfica. (…) nada dejó sin hacer para cultivar su imagen de forastero sorprendido que habla en voz baja, de ciudadano del mundo que permaneció niño, de visionario solitario”. ¿Acaso Dylan no es para algunos un visionario, un poeta, un soñador solitario y un personaje exótico?

Fue después del accidente en su moto (que más abajo detallo) y la posterior rehabilitación cuando Dylan se encerró unos cuantos años en una mansión y descubrió la pintura de Marc Chagall. Algunos biógrafos registran aquellos momentos y hablan de una “obsesión” del músico por el pintor ruso. “Sólo tenía ojos para Chagall. Chagall lo era todo para él”, afirma el poeta Michael McClure, uno de los amigos de Dylan de aquellos días y con el que le tocó convivir cierto tiempo, después de la salida de Blonde on Blonde y John Wesley Harding.  El poeta y ensayista Gillaume Apollinaire había calificado las obras de Chagall como surreales. Y la letrística de Dylan, a veces, daba vueltas en torno a ese movimiento artístico y literario. "Sad eyed lady of the lowlands", por ejemplo, da cuenta de ello.

Antes de esa temporada de reclusión donde se volcó con más firmeza al trabajo de estudio, el dibujo y la producción, Dylan sentó las bases de lo que quería para el sucesor de Highway 61 Revisited. Quería radicalizar el sonido que había conseguido en 1965, pero con otros músicos. Ya en enero de 1966 volvió a firmar un acuerdo con Albert Grossman para la creación de Dwarf Music, empresa para la que Bob podría hacer algunas canciones. En Down the Highway, una de las biografías más importantes sobre Dylan, su autor, Howard Sounes, detalla: “Más tarde, Bob aseguró no haber entendido la parte en la que Grossman y él se convertían en socios de Dwarf, pues estaba convencido de que Dwarf Music le pertenecía solo a él. (…) El acuerdo significaba que Grossman podía reclamar el cincuenta por ciento de los beneficios de cada una de las canciones que Bob escribiera durante los diez años siguientes”. En la extensa biografía de tres volúmenes que escribió el periodista Paul Williams sobre Bob se  puede obtener una información más detallada del “affaire Dylan-Grossman” y que ya contamos superficialmente en el primer capítulo de la saga Bob Dylan, llamado “El episodio Witmark-Grossman (1962-1964)”.

Para la grabación de Blonde on Blonde, Dylan le hizo caso a Bob Johnston, el productor de Highway 61 Revisited, para que grabara su nuevo disco en Nashville, Tennessee. El mismo Johnston era un asiduo productor de la zona y había trabajado en la composición de algunas canciones para las películas de Elvis Presley. Él fue el que convenció a Bob de grabar allí. El disco demandó cuarenta horas de grabación. La banda –casi nueva-, estaba compuesta por Kenneth Buttrey, en batería; Hargus Robbins, en piano; Wayne Moss, en guitarra y Hernry Strzelecki, bajo (todos ellos residentes en Nashville); además de Robbie Robertson, Charley McCoy y Al Kooper, que viajaron desde Nueva York, y ya venían grabando con Dylan desde hacía unos años.

El mismo Dylan escribe en su primero volumen de Crónicas sobre Johnston, cuando éste lo llamó para las primeras sesiones de grabación de New Morning, en 1970: "Johnston me preguntó si estaba pensando en volver a grabar. Claro que lo estaba. Mientras mis discos siguieran vendiéndose, ¿por qué no iba a querer grabar? (...) Johnston estaba ansioso por empezar... Trabajar con él era coom conducir borracho y sin papeles. Era un individuo interesante. Nacido en Texas y trasplantado a Tennessee, tenía cierta complexión de luchador, muñecas gruesas y grandes brazos, un torso fornido. Pese a su baja estatura, su personalidad expansiva lo hacía parecer bastante corpulento".

La primera canción que se grabó fue “Sad eyed lady of the lowlands”, que tiene una duración de once minutos. Según Howard Sounes, después de una displicente explicación de Bob a los músicos sobre cómo encarar el tema, nunca les informó que la duración era tal como la conoceríamos finalmente. Él reconoció luego que la había escrito para su mujer Sara, con la que se había casado unos meses antes. Luego llegarían “I want you” (con una introducción de la guitarra de Wayne Moss), “Just like a woman” y “Leopard-skin Pill-box Hat” (los dylanólogos afirman que las letras están inspiradas en Edie Sedgwick, una modelo y actriz que conoció a Bob en 1964. Sedgwick trabajó con Andy Warhol en Vynil, la adaptación cinematografica que el autor hizo de La Naranja Mecánica). “Leopard-skin Pill-box Hat” puede ser la canción con la Dylan abra sus conciertos en Buenos Aires, ya que fue el tema que abrió sus recitales en el último tramo de la gira europea de noviembre del año pasado, pero con él nunca se sabe. “Las canciones se grababan en una toma o dos a lo sumo. Los músicos carecían de una idea clara sobre la duración de las canciones o sobre la dirección que debían tomar, pues Bob solía improvisar durante la grabación”, pudo recopilar el periodista Sounes en su libro. A eso habría que sumarle la hosquedad de Dylan, que no era de hablar mucho con sus músicos. Pero algunas cosas de las que les había dicho es que quería un sonido similar al de las bandas militares. "Rainy day women #12 & 35" parece un chiste de apertura (fue una improvisación que salió en primera toma, con músicos tocando instrumentos que no sabían tocar, con un Dylan que hasta llega a reírse promediando la canción), pero que es un temazo y que abrió su recital en Bangor, Estados Unidos, el 20 de agosto del año pasado.

Lo cierto es que Bob y los musicos se la pasaron fumando durante toda la grabación de Blonde on Blonde. “Nadie ha conseguido el sonido de las tres de la mañana mejor que ese álbum. Nadie, ni Frank Sinatra lo expresaria tan bien”, aseguró Al Kooper. Entre los días de mezcla del álbum, Dylan junto a sus musicos comenzaron una gira que los llevaria por Estadios Unidos y otros paises de Europa y Oceanía. Fue en Manchester, el 17 de mayo de 1966, cuando una persona del público le gritó a “Judas” (El documental de Martin Scorsese No direction home reproduce aquel momento histórico). Luego volvieron a Estados Unidos, Bob estaba agotado, pero Grossman había preparado todo para que después de un breve descanso Dylan regresara a la ruta y asi continuar con la gira.

En ese descanso, Bob comenzó a trabajar en Eat the document (un documental que lo mostraba en distintas actividades actorales). Fue allí cuando él y Sara, su mujer, salieron de la casa a dar un paseo. Él en una moto y ella en su auto. Los detalles del accidente siempre han permanecido en el más estricto de los misterios. Los diarios hablaban de un cuello roto y que casi había perdido la vida. Sara no llevó a Dylan al hospital. Él dijo en una entrevista: “Estaba bastante tenso antes del accidente. De haber continuado por aquel camino, es probable que hubiese muerto”. Según él, se había quebrado algunas vértebras.

Algunos testigos afirmaron que practicó natación durante las semanas posteiores al accidente. “Yo había sufrido un accidente de moto del que había salido malherido, pero me recuperé. La verdad es que quería rehuir a la ardua competitividad de la vida moderna.Tener hijos había cambiado mi vida y me había aislado de casi todo el mundo y de prácticamente todo lo que sucedía. Aparte de mi familia, nada tenía mucho interés para mí, y lo veía todo desde otra óptica. Incluso al pensar en las horripilantes noticias del momento –el asesinato de los Kennedy, King, Malcom X-, no veía a las víctimas como líderes acribillados, sino más bien como a padres cuyas familias habían quedado destrozadas”, escribió en Crónicas. En una entrevista de 1966, días después del accidente, dijo: “La rueda de atrás se bloqueó, creo. Perdí el control, y me fui dando bandazos de un lado a otro. Lo siguiente que recuerdo es que me encontraba en un lugar del que nunca había oído hablar –Middletown, creo- con la cara llena de cortes, así que me quedaron algunas cicatrices y el cuello roto. Vi pasar ante mí toda mi vida”.

Durante su reclusión, conoció en profundidad la pintura. En particular, la vida de aquel pintor bielorruso con su imagen de forastero tímido, poeta, soñador, personaje exótico, individualista y artista solitario que era Marc Chagall.

Próximo capítulo: Blood on the tracks, el peor disco de Bob Dylan

1 comentario:

Fede / Billie dijo...

Fascinante relato y gran disco de Bob Dylan. Abrazo